"Al volver a París, me he
encontrado a las autoridades divididas; sólo estaban de acuerdo en que la
Constitución estaba destruida y en que no podían salvar la libertad.
Todos los partidos han venido a mí,
me han confiado sus planes y me han pedido apoyo. Yo he rechazado ser el hombre
de un solo partido. El Consejo de los Ancianos me llamó; yo respondí a su
llamada (...). Ellos habían decidido que el cuerpo legislativo se trasladaría a
Saint Cloud y me encargaron el mando de la fuerza necesaria para su independencia.
Yo me vi obligado -por deber hacia mis conciudadanos- a aceptar aquel encargo
(...). Pero dentro del Consejo se habían instalado unos asesinos. Muchos
diputados, armados con pistolas y puñales, hacen circular amenazas de muerte
(...). Yo manifiesto mi pesar y mi indignación a los Ancianos (...) y los
ancianos se unen a mí con nuevos testimonios de su voluntad.
Me presento delante del Consejo, solo,
sin armas, con la cabeza descubierta (...). Pero veinte asesinos se lanzan
sobre mí; los granaderos del cuerpo legislativo que yo había dejado a la puerta
de la sala acuden enseguida y se interponen entre los asesinos y yo (...).
Después, el resto de los granaderos entran en la sala y la desalojan (...).
Franceses,
conoceréis en esta conducta el celo de un soldado entregado a la República..."
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