PINTURA RUPESTRE
LA PINTURA PALEOLÍTICA DE LA REGIÓN FRANCOCANTÁBRICA
Las primeras muestras de pintura
rupestre corresponden a la última fase del Paleolítico y su mayor concentración
se localiza en la franja cantábrica peninsular y el suroeste de Francia. A
menudo se encuentran en lugares poco visibles de las cuevas, lo que hace pensar
que pudiera tratarse de santuarios mágico-religiosos.
Los temas predominantes son:
animales, en especial grandes herbívoros (bisonte, uro, caballo, ciervo, reno);
figuras humanas, a menudo con rasgos de animales; y signos abstractos, de
difícil interpretación. Entre sus características formales destacan las
siguientes:
- El naturalismo en la
representación de los animales, que sorprende por su perfección.
- El empleo abundante del color, con
preferencia del rojo y el negro.
- El aprovechamiento a veces de los
entrantes y salientes de la pared para producir sensación de volumen.
- La representación de figuras
aisladas o independientes entre sí, a menudo superpuestas y desordenadas.
Sobre el posible significado de
estas pinturas se han elaborado diversas teorías. La más clásica y tradicional
es la que considera su realización como parte de un ritual mágico para
propiciar la fertilidad y la caza de los animales representados.
LA PINTURA LEVANTINA ESPAÑOLA
Otro de los conjuntos más interesantes del arte prehistórico
lo constituyen las pinturas rupestres del levante peninsular (desde Cataluña
hasta Andalucía). Su datación no es segura y corresponderían, según los
distintos especialistas, al Mesolítico, al Neolítico y en algunos casos,
incluso, a la Edad del Bronce. La mayoría de estas pinturas se encuentra al
aire libre, en abrigos u oquedades de acantilados, lo que prueba la mejoría del
clima producida desde el Mesolítico.
Los temas predominantes son escenas de caza, luchas de
guerreros, danzas rituales de mujeres en torno a un jefe, recolección de la
miel, etc. Y sus rasgos formales presentan notables diferencias respecto a las
pinturas del Paleolítico:
- Esquematización de las figuras.
- Utilización de una gama cromática muy reducida.
- Acusado movimiento de las figuras.
- Composiciones narrativas, con representación de escenas
que describen una actividad.
ARTE MUEBLE
LAS PRIMERAS ESCULTURAS
Además de las pinturas parietales, la humanidad prehistórica
nos ha legado significativas muestras de arte mueble del Paleolítico. Entre
ellas destacan los llamados bastones de mando, aunque no hay certeza ninguna de
que lo fueran realmente, con grabados de animales, como caballos, cabras o
ciervos.
Propulsor decorado con una caballo, mide 28 cm, y procede de la cueva de Bruniquel (Francia). |
Asimismo, en diferentes partes de Europa, aunque no en la
Península Ibérica, se han descubierto esculturas conocidas como venus
esteatopigias (como la de Willendorf).
No cabe duda de que son
representaciones femeninas, cuyos autores han puesto un énfasis especial
en recoger con el mayor detalle algunos rasgos anatómicos,
fundamentalmente los pechos, las caderas y las nalgas, el vientre e
incluso la vulva, lo que podría indicar una clara preferencia por los
elementos más visibles de la sexualidad femenina. La mayoría de estas
figuras carece de rostro propiamente dicho (aunque a veces se represente
el cabello) y se observa en ella la escasa atención prestada a las
extremidades que en algunos casos están sólo indicadas muy escuetamente.
Finalmente, en casi todas estas piezas resulta evidente la
esquematización de la representación humana, que viene a contrastar
enormemente con el elevado naturalismo de las figuras de animales
características de la pintura rupestre de la misma época.
LA ARQUITECTURA MONUMENTAL
EL MEGALITISMO
La arquitectura nació en el Neolítico, como consecuencia del
proceso de sedentarización de los grupos humanos, y alcanzó su expresión
monumental en la cultura megalítica (del griego megalito, «piedra grande»), que
se extendió por gran parte de Europa (especialmente la Península Ibérica,
Francia, Dinamarca y las Islas Británicas) hasta la Edad del Bronce. Los
monumentos megalíticos más característicos son de tres tipos y parecen estar
relacionados con rituales mágico-religiosos y funerarios: el menhir (en bretón,
«piedra larga»), bloque de piedra vertical; el cromlech (en bretón, «corona de
piedras»), agrupación de menhires, generalmente circular o elíptica; y el
dolmen (en bretón, «tablero de piedra»), enorme tumba colectiva formada por
grandes bloques de piedra que forman la cámara funeraria, a veces precedida por
un corredor o pasillo.
COMENTARIO DE OBRA ARTÍSTICA
La imagen nos muestra una pintura rupestre, de temática
animalística, aunque existen varias teorías que quieren justificar su
existencia como elemento estético. En cuanto a los materiales, la propia roca caliza
de la cueva cumple la función de soporte de los pigmentos; estos son origen
animal y vegetal y otros procedentes de compuestos minerales (pigmentos rojos
creados con óxido de hierro y negros a partir de carbón vegetal). El resultado
es una pintura más o menos pastosa vagamente similar al óleo. Si se ha
preservado, es por una capa protectora exudada por la roca. Los pigmentos se aplicaban
directamente con los dedos y en algunas zonas aparecen soplados usando una caña
hueca, los contornos negros realizados con el carbón vegetal se aplican con ramas
quemadas y con rudimentarios pinceles realizados con cerdas de animal, etc.
En cuanto a la representación, se observa que el bisonte
aparece superpuesto a otras representaciones de animales, mostrando cada uno de
ellos una orientación distinta, pero cada figura se concibe de manera aislada,
no existiendo relaciones entre las diversas representaciones de animales de la
que solamente vemos una. Debemos suponer que el artista no trazaba bocetos: si
acaso, realizaba un dibujo directamente sobre la pared de la cueva y después lo
detallaba y policromaba. La pintura carece de toda sugerencia de fondo,
espacio, perspectiva o profundidad, aunque se puede hacer una observación
respecto a la perspectiva puesto que, utiliza la llamada perspectiva torcida
consistente en la mezcla de distintos puntos de vista en una misma figura
(perfil para el cuerpo con cuernos de frente); y también respecto a la
profundidad o volumetría ya que para algunos de los bisontes se tenían en
cuenta los volúmenes de la superficie rupestre para ayudar a dar volumetría al
animal representado, a la que ayuda el uso de la luz o de las degradaciones
tonales que ayudan a la volumetría. Las figuras aparecen a menudo superpuestas
y dibujadas en distintos planos y posiciones. Son formas contundentes donde se
equiparan línea y color, pero con dominio de la línea, pues es fundamental a la
hora de diseñar las figuras, marcando con gruesos trazos negros su perfil.
Sobre este contorno el color se aplica buscando un mayor realismo en su gama
cálida y bastante saturada.
Pese a disponer de tan escasos recursos, el artista logra
representar al animal con bastante naturalidad, con su musculatura ligeramente
marcada y en una actitud completamente estática, como si el bisonte se
encontrara totalmente quieto.
Resulta muy aventurado señalar que efectos o sensaciones
procuraba expresar el artista. El espectador actual encuentra en ella el
misterio, la emoción por atisbar un pasado tan remoto y, a la vez, una curiosa
impresión de modernidad.
Por la cuidada representación del animal, por el uso de
colores, por la ausencia de movimiento y por la presencia de un animal, el
bisonte europeo, prácticamente extinto, esta pintura rupestre pertenece al
estilo denominado franco-cantábrico. Se desarrolló a finales del Paleolítico
Superior, en el período llamado magdaleniense, entre el 17.000 y el 8.000 a. C.
coincidiendo con la última glaciación. La extensión de los hielos alteró
notablemente los paisajes del área en la que se encuentran muestras de estas
pinturas. Esta área abarca la cornisa cantábrica y el suroeste de Francia, con
algunos enclaves aislados en Andalucía, Extremadura, las dos Castillas y la
Comunidad Valenciana. De ahí que algunos autores reclamen la denominación
«hispano-aquitano» para esto estilo. Este bisonte es un detalle de la llamada
Gran Sala de Bisontes en la cueva de Altamira, en Santillana del Mar
(Cantabria).
En ese estilo prehistórico fue realizado por el homo
sapiens, la única especie de homínido que, en ese período, había sobrevivido.
Vivía de una economía depredadora sustentada en la caza, la pesca y la
recolección. Se organizaba en tribus y carecía de toda diferenciación social.
Indudablemente el artista no pasaba de ser un cazador más, especialmente dotado
para la pintura, eso sí, o tal vez el arte entraba dentro de las atribuciones
de chamán, el hechicero de la tribu. En cualquier caso estas muestras
artísticas debieron ser muy importantes para estas sociedades, pues se
realizaron en condiciones muy difíciles y empleando recursos de los que no se
encontraban muy sobrados.
Formalmente el arte rupestre lo podemos vincular con muchos
ejemplos de arte del siglo XX.
Desde el descubrimiento de la pintura rupestre en el siglo
XIX se han formulado varias tesis sobre el significado del arte parietal, a
saber: la del arte por el arte, la de magia simpática o propiciatoria, entre
otros.
Las pintura de Altamira las más famosas, tanto por su
calidad de sus figuras como por su variedad, llegándose incluso a denominar a
la cueva como la Capilla Sixtina del arte paleolítico.